SIN LÍMITE VERTICAL

Urko Carmona: «Escalar la Comici-Dimai ha sido mi proyecto más ambicioso»

Urko Carmona tiene una pierna menos y en sus escaladas siempre busca dar un paso más. Con Juan Antonio Bellido, también discapacitado, escaló la Comici-Dimai a la Cima Grande. Al día siguiente con el escalador ciego Simone Salvagnin, realizaron la Carlesso, otra gran clásica.

Urko en la cumbre de la Cima Grande de Lavaredo  (col. Urko Carmona)
Urko en la cumbre de la Cima Grande de Lavaredo
Darío Rodríguez | 2 comentarios |

Urko Carmona tiene una pierna menos y en sus proyectos de escalada siempre busca dar un paso más. Esa sería una buena forma de de describirlo. El pasado 19 de julio, él y Juan Antonio Bellido, también miembro del equipo de Paraescalada, se apuntaron la vía Comici-Dimai (550 m, V+/A1), abierta por Emilio Comici, Giovanni Dimai y Angelo Dimai en la pared norte de la Cima Grande en 1933.

El día de antes habían hecho la vía Dülfer (250 m, V+) en la misma montaña y la jornada de después se fueron a las llamadas pequeñas Dolomitas para unirse a Simone Salvagnin, escalador ciego, para escalar la vía Carlesso (220 m, V+), una gran clásica del Monte Baffelàn.

En esa entrevista hablamos de motivación, de diedros y chimeneas que cuestan más de lo imaginado, de proyectos futuros y de estrategias para sortear obstáculos que parecen muy difíciles pero que se resuelven con ingenio. Aunque no sea lo más corriente, también hablamos de la aproximaciones que tanta guerra le han dado a Urk en su viaje a Italia.

Realizar estas escaladas que has hecho tiene mucho mérito… pero lo que tiene más mérito, quizás, es la aproximación a la pared con las muletas…
Eso fue lo que más me costaba. Nos levantábamos pronto y nos esperaban dos horas y pico de aproximación. Te ibas resbalando para abajo, había muchos pasos en los que tenía que ir con mucho cuidado por la nieve… Menos mal que me llevé las muletas de batalla, unas que me hice yo hace unos años cuando hacía bastantes tapias y que aún no había llegado a estrenar. Si las llevas cruzadas en la mochila al final es muy incómodo porque se te van atascando.

«En el último rápel de la pared de pronto se me desmontó una muleta»

¿Cómo son las muletas que te has diseñado?
Corté y desmonté unas y me hice otras que tenían tres trozos. Hice tornillos y pasadores y cuando las uso son normales, pero cuando llego a pie de vía las desmonto y las puedo meter dentro de la mochila, que es mucho más cómodo. Es verdad que al escalar la mochila es más pesada, pero luego en el descenso llegas arriba, las sacas, las montas y puedes bajar. En los rápeles molestan un poco porque no puedo estar desarmándolas y metiéndolas cada vez. Esta vez tenía que andar con pies de plomo por repisas enanas. Íbamos sin encordar por las repisitas de la Cima Grande y cualquier resbalón… no puedes tener un error.

Me parece increíble andar con las muletas por estas pedreras, y combinarlas con destrepes, rápeles…
Enseguida que había que andar un poco las sacaba porque, además, tenía la pierna bastante cansada de toda la escalada. A la que tenía que ir un poco a la pata coja no podía, era todo más precario aún. En las travesías de la Comici-Dimai había un par de sitios con techos donde les daba las muletas a los compañeros y yo pasaba después arrastrándome o sentado. Bueno, aunque si hubiera ido con muletas tampoco me hubiera despegado del suelo porque abajo había un barranco considerable.

El primer día nos pasó una cosa muy graciosa: en el último rápel de la pared de pronto se me desmontó una muleta. Uno de los pasadores se salió, se fue también el tornillo y a ver quién lo encuentra en medio de la pedrera. Lo apañé como pude con un cordino hasta que conseguí llegar hasta el el refugio Auronzo. Allí la gente es muy maja y ya me conocían. Un cocinero enseguida me buscó un pasador y una tuerca y lo arreglamos. Además mejoramos los pasadores que ya tenía. ¡Me salvó la vida!

«Miraba la canal y pensaba “La gente va por ahí dentro”, pero yo no podía meterme»

¿Cuál fue vuestro plan de escalada?
El primer día hicimos la vía Dülfer (250 m, V+) para tener controlada la bajada. Es una vía más sencilla pero más expuesta. También la aproximación era más larga. La vía en sí tiene un largo en una chimenea, que además me tocó a mí, y me dejó impactado. Me había tocado y dije que por mis narices lo hacía, aunque los otros lo hubiesen podido hacer abiertos de piernas [ese día les acompañaban Andrea Vitti y Enrico]. Lo único malo fue que estaba el diedro mojado y el suelo estaba chorreando, pero al final lo conseguí y me puse súper contento.

Estás acostumbrado a hacer escalada deportiva y ahí ya se nota la falta de una pierna. Hacer clásica en tus circunstancias tiene un añadido extra de dificultad, pese a que lo habitual es decir que es más sencillo.
Normalmente, cuando he hecho clásica usaba la prótesis, pero la verdad es que esta vez se me olvidó. Con todo el trajín de los trastos y los cambios de furgoneta me la dejé en Alicante. Aparte, mi prótesis no está demasiado bien porque no está hecha específicamente para escalar. No se puede bloquear, no voy del todo cómodo. Al final me fui a la aventura sin ella. Hay veces que tener un punto de apoyo te da más seguridad, especialmente cuando hablas de sitios con autoprotecciones, con clavos… Son sitios donde vas con más cuidado de no caerte que cuando haces deportiva, que solo te centras en hacer el paso.

Escalar una chimenea con una sola pierna es complicado…
Claro, las vías clásicas van buscando diedros, fisuras, chimeneas. Las líneas evidentes. En la Comici me tocó un diedro mojado y luego empalmé el siguiente largo, unos 15 metros sin un solo seguro. Era fácil pero, claro, yo miraba la canal y pensaba “La gente va por ahí dentro”, pero yo no podía meterme. Así que opté por una pared de la izquierda más descompuesta. Hay sitios que marcan un grado bajo pero para mí se complican más.

«Joan Martí me dijo una vez: cuando no hay seguros es que es fácil, así que para arriba»

El tema del riesgo es clave. En deportiva puedes probar lo que quieras pero en clásica no tienes ese margen de error.
Hay que estar muy seguro. Cuando empiezas a ver metros y metros de cuerda abajo y ves que no puedes meter ni un friend ni ninguna protección… Yo siempre pienso en lo que me enseñó una vez Joan Martí: cuando no hay seguros es que es fácil, así que para arriba. He entrenado mucho estos meses y de forma me encontraba muy bien. Íbamos muy rápido. Hicimos dos vías seguidas y yo me quedé con ganas de una tercera. Y eso que salíamos a las 6 de la mañana y volvíamos a las 9 de la noche.

Danos más detalles de la primera jornada de escalada, en la que tomáis contacto.
Primero nos metimos en la Dülfer, que tienen 250 metros y sube por la arista Oeste de la Cima Grande de Lavaredo. La aproximación era complicada y también alucinamos al pensar que hace años, en la guerra, la gente subía hasta allí porque había una cueva excavada de los partisanos. Desde el collado del refugio subes a una repisa y después empiezas con la travesía hasta llegar a unos diedros y luego hasta la chimenea. Son unos 5 o 6 largos. La primera toma de contacto fue muy buena. Se nos quedaban las manos frías, sobre todo al subir de segundo después de asegurar. Cuando llegabas a la reunión y te tocaba salir ¡te tenías que calentar las manos como fuese!

Termináis el día y al siguiente el cuerpo te pedía más.
Al día siguiente nos levantamos a las 5 de la mañana y estábamos cansadísimos del día anterior, pero entre todos nos fuimos animando y nos pusimos en marcha. Fuimos haciendo cada uno los largos que nos tocaban en la Comici y, hasta que no hicimos media vía, no nos comimos ni media barrita. Estábamos muy motivados y teníamos mucha confianza en nosotros mismos. Me hizo mucha gracias una frase que les escuchamos a la cordada de abajo, de unos italianos. Estaban discutiendo que si se metían por otra variante porque éramos muchos en esta vía y, además, como me vieron a mí sin una pierna… Total, que nos ven escalar y le dice al compañero “Venga, vamos a prepararnos que estos vuelan”.

Es una vía preciosa, algunos tramos eran difíciles de proteger, pero me resultó espectacular. El tramo del diedro mojado me gustó mucho hacerlo.

«Ha sido mi proyecto más ambicioso»

¿Has tenido que desarrollar técnicas especiales para escalar en clásica? En deportiva sueles tirar más de brazos…
Busco agarres, me empotro con los brazos como puedo, muchas veces piensas “¿Qué invento?”, porque cada centímetro cuenta. Hay veces que subes el pie muy poquito más y entonces ya llegas a un agarre nuevo y consigues adelantar 20 centímetros. Hay que estar muy centrado porque no puedes meter la quinta y tirar para arriba, lo que menos quieres es caerte. Llevas rato viendo los clavos de las reuniones y…

¿Ha sido la escalada más complicada que has hecho?
En vía larga creo que sí. En el Peñón de Ifach he hecho algunas con más grado pero tienen parabolts y están mejor equipadas. En realidad la Comici creo que ha sido la más complicada.

Sobre todo si se tienen en cuenta la aproximación y el descenso…
Ha sido mi proyecto más ambicioso. El descenso, el andar por arriba, incluso el momento de cumbre. Ha sido una actividad muy divertida, el día anterior no pude ni dormir. El día antes de la Comici le daba vueltas a todo, así que al final del día acabé destrozado.

Hablábamos antes de que el día anterior veníais de hacer otra vía. ¿Por qué no os tomasteis un día de descanso?
Ya se sabe cómo es el tiempo allá arriba, que haga bueno es un milagro y por eso había que aprovecharlo. Y como al siguiente también, yo quería continuar. Juan Antonio me dijo que estaba muy cansado y me fui a buscar a Simone Salvagnin.

«Fue muy gratificante ayudar a Simone a entender la línea, él de entrada no sabe por dónde está subiendo o bajando»

¿Qué discapacidad tiene Juan Antonio?
Él tiene parálisis en una de la piernas de la rodilla para abajo. No siente nada y para colocar los pies depende un poco del diedro o la fisura. El se apaña perfectamente, también le gusta la escalada clásica y se desenvuelve muy bien.

Simone es ciego total. ¿Con él qué vía hicisteis?
Escalamos la vía Carlesso (220 m, V+), una gran clásica del Monte Baffelàn, en las llamadas pequeñas Dolomitas. Simone tenía muchas ganas de escalar ese monte porque está cerca de su casa y había ido mucho de pequeño antes de perder la vista. El día estuvo muy bien, íbamos buscando lo más sencillo. Hubo un momento en el que nos salimos de la vía y nos vimos colgados de dos clavos… La verdad es que muy bien, fue una actividad muy bonita. Se hace duro pero a la vez fue muy gratificante ayudar a Simone a entender la línea, porque él de entrada no sabe por dónde está subiendo o bajando. Para él era un proyecto estratosférico y nosotros le ayudamos.

Es enrevesado: le tienes que explicar a él pasos que no ve pero que tú resuelves de una forma distinta porque no tienes las dos piernas.
¡Claro! Yo hay veces que le puedo guiar un poco pero exactamente todo… Yo le explico mi método y luego él ya se busca el suyo propio con las dos piernas.

«Lo más importante es la experiencia vivida»

El proyecto de estos días está dentro de uno más amplio con otros escaladores con discapacidad. ¿Cuál es la filosofía?
Estas escaladas forman parte de un proyecto más amplio. A Juan Antonio Bellido le gusta tanto la escalada clásica como a mí y decidimos formar la primera cordada de discapacitados en España para intentar hacer varias ascensiones en la Península y fuera. El proyecto se llama ‘Sin límite vertical’. Estamos buscando patrocinios y en este caso hemos aprovechado el viaje a la Copa del Mundo de Paraescalada, que se celebró en Imst (Austria).

El proyecto me gusta mucho, queríamos hacer también vídeos para luego llevarlos a charlas con gente que tenga discapacidades, para que vea que se pueden unir a otros y hacer cosas. Al final la iniciativa se ha quedado colgada por falta de presupuesto pero poco a poco vamos haciendo algunas cosas. ¿Por qué no salir de Europa? Nos gustaría ir, por ejemplo, a Yosemite para hacer una de las grandes paredes.

¿Cómo continúa vuestro proyecto? ¿Qué va a ser lo próximo de ‘Sin límite vertical’?
La Rabadá o la Murciana al Picu Uriellu. También queremos ir al el Peñón de Ifach. El proyecto está abierto porque no tenemos muchos fondos. Las cosas salen poco a poco. Lo más importante es la experiencia vivida.

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