Peter Habeler (Austria, 1942) fue compañero de cordada de Reinhold Messner en el Himalaya en dos importantes ascensiones: la apertura en 1975 de una nueva ruta en el Gasherbrum I (primera vez, además, que se escalaba un ochomil en estilo alpino) y la primera al Everest sin oxígeno en 1978, algo que muchos consideraban imposible. En los Alpes realizó con Messner una escalada que tuvo mucha trascendencia en la época: la norte del Eiger en menos de 10 horas. También fue el primer europeo en escalar una gran ruta en Yosemite.
Las casualidad hizo que conociera a David Lama cuando este era niño descubriendo su potencial. Cuando Peter tenía 74 años David le hizo el mejor regalo de cumpleaños: escalar juntos la norte del Eiger.
Aunque Peter Habeler ha ascendido otros ochomiles (Cho Oyu, Nanga Parbat y Kangchenjunga) nunca mostró interés en completar los Catorce; de hecho, como nos explica en la entrevista, durante años se alejó de las grandes montañas para estar cerca de su familia. Coincidimos con él, y pudimos charlar un rato, en Dolomitas, durante la International Mountain Summit. Hoy en Bilbao recibirá el premio WOP por su aportación al mundo del alpinismo.
En 2018 se cumplen 40 años de la primera al Everest sin oxígeno. ¿Qué recuerdas de aquella expedición?
No recuerdo todo, pero las cosas más importantes no se me olvidan: la cima, los buenos ratos que pasamos juntos, los dos doctores, que aún viven. Veo a Reinhold Messner con frecuencia y por eso recuerdo las cosas que hicimos. El frío, el mal tiempo, los momentos negativos los he sacado de la cabeza.
Mucha gente creía que era imposible .
Sí, y también había quien nos decía que era posible, que podíamos, que éramos jóvenes y fuertes. Sabíamos que los sherpas habían llegado a 8.000 metros sin oxígeno, y que una expedición suiza de los años 50 fue sin él hasta el Collado Sur y más allá. Al final, era un tramo de 400 o 500 metros. Messner y yo pensamos que podía hacerse si íbamos ligeros, nada de grandes mochilas, y eso fue la clave de nuestro éxito: no llevar nada más que una pequeña mochila y confiar en nosotros, ir despacio, pararnos, seguir… y hacer cima.
«Estaba más asustado antes de escalar»
¿Qué fue lo más difícil?
El Escalón Hillary. La nieve no era buena, estaba blanda, y no sabías muy bien si al pisar se iba a romper. Pero aguantó, pasado este solo tienes que tener cuidado con las cornisas que suben hacia la cara del Kangshung. Tratamos de mantenernos en el lado izquierdo, en la cara que baja hacia el Valle del Silencio, y sobre las 13:15 llegamos a la cima.
¿Tuviste miedo?
Estaba más asustado antes de escalar. Según ganamos altura, me sentí como escalando en los Alpes. No pensaba en los problemas del oxígeno, estaba concentrado en cada paso que daba. Claro que esperaba el momento en el que me volvería un poco loco, me refiero a no poder avanzar más, pero esperé y esperé y, gracias a Dios, nunca llegó. En la cima me preocupaba el descenso, el Escalón Hillary en particular. Reinhold se quedó más para hacer unas grabaciones de voz y yo bajé. Todo fue bien en el escalón y poco a poco fui bajando por el Collado Sur.
¿Tuviste muchas diferencias con Reinhold Messner?
No tuvimos grandes discusiones, Reinhold era la mente líder. Escalamos el Hidden Peak en 1975 y en la cima se le ocurrió la idea del Everest. A partir de ahí fue una cuestión de organizarse, entrenar, reunir información sobre lo que podría ocurrir, ir hasta allí y empezar. Lo más importante fue intentarlo.
¿Cómo ves la situación actual del Everest?
He estado un par de veces en el campo base, una en el 2000, cuando lo intenté. Hay demasiada gente, y creo que… en fin, que algunos no deberían estar. Muchos piensan que subirlo es un récord, pero no lo es, hace falta tener sentimientos hacia las montañas. De todas maneras, no quiero ser duro.
«Reinhold me invitó a seguirle con el resto de ochomiles pero no quise»
¿Tu mejor expedición?
El Kanchenjunga es una montaña fantástica y para mí la más dura. Hice un equipo muy bueno con Martín Zabaleta y Carlos Buhler. La expedición al Everest fue grande, en cambio, la del Kanchenjunga fue solo nuestra y en mi memoria se ha quedado como la más emotiva.
¿Te hubiera gustado completar los Catorce?
Reinhold me invitó a seguirle con el resto de ochomiles pero no quise. Prefería estar con mi familia y asegurar que mi hijo, entonces un bebé, creciese bien. Debo ser sincero y admitir que no tenía dinero y que el Everest abrió algunas puertas: pude dar clases, construir mi casa… y estas cosas me importaban más que coleccionar ochomiles. Cuando aseguré la parte familiar volví al Himalaya: K2, que no conseguí, Cho Oyu, Nanga Parbat y Kanchenjunga.
¿Cambiarías algo del pasado?
No. Estoy feliz de decir que no querría haber hecho nada diferente. No me arrepiento ni echo de menos nada. Quizá hubiera hecho pequeñísimos cambios, pero el conjunto es bueno y por eso lo repetiría.