A menudo las grandes actividades no tienen por qué ser sólo aquellas de máxima dificultad y grado, en condiciones horribles y en montañas altísimas y alejadas. A veces, la imaginación, la creatividad, el romanticismo y la belleza perdurable del escenario son ingredientes suficientes para combinarse con la motivación y resultar en una realización como mínimo interesante. Es el caso de Yann Borgnet y Robin Revest, que han revisitado el Glacier Noir para completar una trilogía de directísimas abiertas a caballo de las décadas de 1970 y 1980 por la histórica cordada formada por Jean-Michel Cambon y Bernard Francou en el Glacier Noir de Les Ecrins. Los dos alpinistas se hicieron con las ascensiones de las caras nortes de Pelvoux, Pic Sans Nom y Ailefroide.
“Era un proyecto en el que pensábamos desde hacía un tiempo y que nos seducía”, señala Revest en su blog, donde añade que “todas esas vertientes imponentes que se levantan sobre nuestras cabezas nos dejaban soñando y yo me había dicho que un día me gustaría recorrerlas…” Y así fue como el 30 de junio decidieron trasladar sus bártulos de vivac y escalada hasta el glaciar que, según Revest, “no es un lugar como los otros, una vez remontada la morrena, uno se siente lejos de cualquier parte, no hay apenas nadie, los teléfonos no funcionan, los itinerarios son duros y comprometidos, y los descensos largos y nada cómodos. ¡Todos los ingredientes del gran alpinismo, que prometen bonitas aventuras!”
Día 1: La Norte del Pelvoux
Después de la primera noche en el vivac que convirtieron en su campo base durante tres jornadas, Borgnet y Revest se lanzaron a por su primer objetivo, la directa Cambon-Francou 76 a la cara Norte del Pelvoux (TD+, 1.000 m, 6a y mixto), una vía que encontraron en unas condiciones de terreno “muy montañero, aunque para nuestro gusto demasiado peligroso como para recomendarla”.
Lo primero que hay que trabajarse es la aproximación entre las grietas del glaciar y sortear la rimaya para acceder al pie de la vía. Después de los primeros largos en roca y de superar un primer névé, Borgnet y Revest tuvieron que enfrentarse a la parte central de la vía, con su roca de mala calidad, verglas y de difícil protección. En esta parte de la vía, decidieron cambiar los pies de gato por la botas y los crampones.
Una buena fisura les lleva hasta el cruce con la vía Ginel Pinard para continuar desde ahí encordados hasta la cumbre, “para ganar tiempo; el terreno es más tendido, pero hace falta escalar con precisión sobre roca descompuesta”.
Sin perder demasiado tiempo, emprenden el descenso por el couloir Coolidge hasta el collado Este del Pelvoux. Desde ahí, continúan por el couloir Norte, destrepando hasta la mitad, antes de realizar rápels sobre abalakovs para superar las barreras de séracs y llegar al vivac a las diez de la noche.
Día 2: Pic Sans Nom
El segundo objetivo de los dos franceses era el Pic Sans Nom, a través de la mítica directa Cambon Francoou 75 (ED-, 1.000 m, 6b+A1 y mixto), que ellos definen como “una vía verdaderamente grande” y que empezaban a escalar a las seis de la mañana, tras una breve noche. Ya manos a la obra, superan la rampa de entrada a la vía, un primer largo fácil de roca y un névé antes de enfrentarse a las dificultades de la rocosa sección central de la vía, con tramos de placa, diedros y un exigente largo clave de 6b+ sostenido de roca con algo de hielo.
Tras recorrer la arista somital, consiguieron llegar a la cima a las siete y media de la tarde. No se demoraron para iniciar el descenso por el couloir Noroeste, primero rapelando sobre abalakovs y después destrepando hasta poner pie en el glaciar. Una vez allí, desandaron el camino hasta el vivac con prudencia a causa de las grietas, y llegaron a sus sacos pasadas las diez y media de la noche.
Día 3: Ailefroide Centrale
La última jornada estaba dedicada a la línea teóricamente más sencilla, la directa Cambon-Francou 81, conocida también como Pilier des Sérac, en Ailefroide Centrale (TD+, 900 m, 5+ y mixto). Tras una marcha de aproximación más larga que en las dos anteriores rutas, se meten en una vía que les ofrece una “escalada bonita, más fácil que los otros días, pero que se mantiene sostenida en la primera parte, ¡más aún cuando uno la escala al sol de la mañana! Por el contrario, ciertos largos en placa son bien comprometidos, ya que no podemos meter gran cosa de material”, comentan. En cualquier caso, encuentran buena roca y avanzan a buen ritmo.
Cuatro horas y media después de haber empezado a escalar, alcanzan el glaciar suspendido y lo superan por la arista de Coste Rouge. Vencen la fatiga gracias a la motivación de saberse cerca de la cumbre y “como dos robots, avanzamos maquinalmente en cordada; a pesar de la fatiga, es en estos momentos en los que hay que estar más concentrado y a las cuatro y media de la tarde llegamos finalmente arriba, henchidos de alegría”.
En esta tercera cumbre sí se permitieron disfrutar del momento y fotografiarse con el horizonte de fondo. Esta vez, en lugar de descender al vivac, lo hicieron directamente al camping de Ailefroide, dejando para otro día la recuperación del material que quedó atrás.
