COMBINAN ESCALADA Y PARAPENTE

Yann Borgnet y Martin Bonis escalan el Hipercouloir de las Grandes Jorasses y descienden en parapente

«Un hipercouloir, un nombre que resuena en la cabeza de todos los alpinistas». Así arranca el relato del alpinista francés Yann Borgnet en el que describe su último proyecto: escalar el Hipercouloir de las Grandes Jorasses junto a Martin Bonis para luego descender en parapente.

Yann Borgnet y Martin Bonis en la aproximación al Hipercouloir de la cara sur de las Grandes Jorasses. Noviembre 2015  (Yann Borgnet)
Yann Borgnet y Martin Bonis en la aproximación al Hipercouloir de la cara sur de las Grandes Jorasses. Noviembre 2015
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“Un hipercouloir, un nombre que resuena en la cabeza de todos los alpinistas. A menudo los superlativos se utilizan para describir vías que presentan una línea perfecta. Se han bautizado así el Hipercouloir al Mont Blanc de Tacul, el del Brouilard al Mont Blanc y el famoso Hipercouloir de la cara sur de las Grandes Jorasses”, escribe el alpinista francés Yann Borgnet. Él y su compañero Martin Bonis se propusieron escalar este último, un trazo duro y rectilíneo atrapado en una grieta profunda que abrieron los alpinistas Gianni Comino y Gian Carlo Grassi en 1978. Después descendieron en parapente. Este es el relato en primera persona de la ascensión al Hipercouloir de la cara sur de las Grandes Jorasses:

Me encuentro con Martin Bonis en el Val Ferret, cubierto con sus magníficos colores otoñales. Los alerces que tapizan la cara meridional, con todos los tonos que van del naranja al amarillo, y el veranillo de San Martín ayudan a crear una sensación de dulce extrañeza que nos invade. No obstante, la iso 0ºC a 4.000 metros anunciado para el día siguiente nos asusta un poco ante la perspectiva de escalar una expuesta vía glaciar en la cara sur. Donde nosotros estamos todo está seco; hay pocas manchas de nieve en medio de este universo mineral. Que se haya formado una línea de hielo en el couloir es un pequeño milagro. La duda permanece: ¿estará bien pegado el hielo a la pared? ¡Las partes a las que les da el sol no siempre están bien fijadas!

Decidimos hacer la aproximación de día dada la complejidad del glaciar, que está muy abierto. Caminamos mucho tiempo expuestos a grandes seracs y después a una bonita canal llena de rocas. El riesgo nos obliga a buscar un lugar bien protegido para vivaquear. ¡Sin material de vivac la noche se presenta “mediocre”! Aún así, nos sentimos los hombres más felices del mundo; no cambiaríamos nuestros planes por nada. En plena noche, cuando ya no podemos aguantar más el frío, lleno dos botellas con agua caliente. Eso lo cambia todo y nos deja aprovechar las últimas horas de sueño.

«¡El hielo está endiabladamente duro! Esperemos que esté bien sujeto…»

¡Dan las tres de la mañana y es hora de ponerse en marcha! Las caídas de piedra han cesado durante buena parte de la noche y la montaña estará estable durante varias horas. ¡Aprovechemos! Cuando por fin alcanzamos el inicio de la parte difícil son las 6 de la mañana. ¡El hielo está endiabladamente duro! Esperemos que esté bien sujeto…Por prudencia, prefiero atacar por la roca y poner seguros sólidos. Cuando ya no tenga más opción seguiré por el hielo.

Martin encadena el segundo largo. Ahora que estamos tranquilos en lo que a la solidez del hielo se refiere, progresamos por él. ¡Y aún nos queda un bonito vuelo! ¡Qué felicidad escalar semejantes largos! ¡El sol empieza a ponerse justo enfrente! No nos podemos demorar porque las piedras van a empezar a caer de nuevo. Acabo la vía con un gran largo que terminamos a tope de cuerda. Martin ha estado dos semanas en Sicilia y yo en España, es decir, nuestra aclimatación es nula. A paso de tortuga alcanzamos la cumbre de la Punta Walker. La vista no tiene límites. Tenemos la magnífica sensación de tener el macizo del Mont Blanc para nosotros solos. Todos los remontes mecánicos están cerrados…

«Vemos nuestra vía desde el aire y casi siento escalofríos: ¡qué escarpada»

“El reloj no espera”, avisa Martín, así que sacamos nuestros parapentes. Los 10km/h de viento, que sopla de cara, son perfectos para despegar. ¡No podíamos haber soñado con algo mejor! Es muy raro encontrar un lugar para despegar con tan poco viento a 4.000 metros de altura, así que saboreamos el momento. Sabemos que el despegue será fácil y el vuelo agradable.

Veinte minutos más tarde volvemos a encontrarnos con las dulces praderas alpinas coloreadas del Val Ferret, cuando lo normal es emplear 6 horas para descender los 3.000 metros de desnivel. Ver todas las cumbres desde el aire resulta irreal para nosotros, acostumbrados a vivir sólidamente anclados a ellas. Tenemos la libertad de acercarnos a inspeccionar nuevas líneas para construir sueños nuevos. También vemos nuestra vía desde el aire y casi siento escalofríos: ¡qué escarpada! Cuando aterrizo me siento confuso. Como la mayor parte de los alpinistas, estoy acostumbrado a los descensos lentos y laboriosos. Lo decimos a menudo: la cima no es más que la etapa intermedia del trayecto. Tengo la impresión de haberme perdido un capítulo, de no haber terminado todavía. Casi un sentimiento de haber hecho trampa. Aunque es bueno sentir esta especie de descuadre. He aquí un bonito momento de “paralpinismo”. ¡La próxima vez el vuelo será una transición hacia otras cimas!

Comentarios
3 comentarios
  1. ¿Cómo apañan para meter en esas mochilas todo el material y sendos parapentes?

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