Iván Muñoz, campeón del mundo de Paraescalada (RP2): «Estoy muy agradecido a la escalada»

Iván Muñóz, madrileño de 38 años, vive en El Boalo, muy cerca de la granítica Pedriza –su zona de escalada favorita para el invierno, en el verano prefiere Covaleda– aunque en los últimos meses prácticamente no ha tocado la roca. Ha centrado todos sus esfuerzos en el entrenamiento: unos cinco días a la semana con cinco horas de media al día dedicados a entrenamientos de fuerza, específicos… junto a su entrenador Toni Curiel y la responsable del equipo de la FMM Andrea Cartas, para quienes no escatima palabras de agradecimiento y alabanza.

Las muchas horas invertidas han dado resultado: la semana pasada consiguió llevarse el oro en el Campeonato del Mundo de Paraescalada (en categoría RP2) celebrado en Berna (Suiza), una medalla que se suma al oro que consiguió en la prueba de Copa del Mundo de Paraescalada celebrada en Innbruck (Austria) en junio y a la plata que se trajo de la prueba de Salt Lake City (EEUU) el pasado mayo. Muy buenos resultados para alguien que, hasta hace solo tres años, se dedicaba casi exclusivamente al boulder en la roca desde que descubrió la escalada con amigos, hace unos 15 años.

Iván no tiene una discapacidad “visible”, como ocurre con otras categorías de ciegos, amputados de algún miembro… Las categorías RP de Paraescalada indican pérdida de movilidad o potencia (Range, Power) del tronco y/o las extremidades. En función de la afectación se clasifican en RP1, RP2 y RP3. Son las más difíciles de catalogar, pues puede haber diferencias importantes entre los participantes, aunque en las competiciones oficiales son sometidos a exigentes pruebas médicas previas a las clasificaciones.

Iván compite en RP2 y padece esclerosis múltiple, del tipo RR, desde que era adolescente. Es una enfermedad degenerativa que le merma la sensibilidad y fuerza en los miembros, en su caso en la pierna y el brazo izquierdos. Tiene además otras consecuencias como falta de equilibrio y de coordinación. Hace unos siete años tuvo un brote importante que le redujo la movilidad en la pierna y hace cinco años sufrió otro que le dejó afectado el brazo, «fue como tener que volver a aprender a escalar de nuevo», comenta Iván. Tampoco puede estar de pie más de media hora, le cuesta hacer caminatas sin bastones, tiene brotes de hipersensibilidad en la pierna que le impiden descansar bien… Su enfermedad le ha dejado una pensión que le permite vivir por y para la escalada, que es actualmente su mejor tratamiento.

«Estoy muy agradecido a la escalada», nos cuenta, «me da calidad de vida. Es un ejercicio que te aporta fuerza, precisión, equilibrio, psicomotricidad…». Sin duda una gran medicina.

Al principio Iván –apodado “morito” desde niño–, fanático de la roca, era reacio a meterse en la competición pero, animado por amigos, hacia el año 2019 se metió en el equipo, si bien la llegada de la pandemia de la Covid hizo que no asistiera a su primera competición en 2021, cuando quedó tercero en el Campeonato de España de Paraescalada.

Su implicación ha ido creciendo desde entonces, a la par que sus capacidades, hasta convertirse en una prioridad. Asegura que «se está haciendo un gran trabajo en la Paraescalada en España, todo el mundo, desde la Federación madrileña (somos la única que hace concentraciones de paraescalada), la FEDME, el seleccionador Víctor Esteller (que hace un gran trabajo, siempre está pendiente), los entrenadores como Toni y Andrea, los fisios (una mención especial para el equipo de fisiopolis, que nos tratan muy bien), el rocódromo Sputnik de las Rozas donde nos dejan entrenar y nos dan todas las facilidades, desde el primero al último… Es algo increíble, todo el mundo poniendo fuerzas para que esto vaya bien y yo creo que los resultados se están notando, somos una selección que traemos medallas, y encima somos todos colegas, nos vamos de viaje juntos y nos lo pasamos genial».

En 2022 se estrenó en una competición internacional en una prueba de Copa del Mundo celebrada en Innsbruck, donde recuerda que estaba como un flan de los nervios, y encima no paraba de llover, su vía se mojó y retrasaron la compe cuatro horas… Aún así quedó segundo, y ahí empezó a creerse el potencial por el que Víctor Esteller había apostado desde el principio.

Consciente de la importancia del trabajo en equipo, Iván no quiere dejarse a nadie, así que también alaba el trabajo de los equipadores de estas pruebas de difícil concepción (pues los paraescaladores se enfrentan a retos desde distintas capacidades), y nombra en especial a dos equipadoras, Helena Alemán y Maragda Gabarre, que este año han trabajado como equipadoras oficiales en pruebas de paraescalada internacionales.

Sobre el día concreto del Campeonato del Mundo de Paraescalada celebrado en Berna – el pasado 10 de agosto– Iván cuenta que entró con unas sensaciones regulares: «Me notaba flojo, como con cansancio acumulado de todas las competiciones… Pero me puse a calentar y en realidad me sentí bien, luego en la clasificatoria fui el único que hice top, y eso en realidad me dio más presión, pues otras veces que había entrado como favorito, luego no ganaba; pero esta vez salió, hice la vía de la final muy bien. Al final todo esto también te enseña mucho sobre ti, sobre tu cuerpo, a calentar lo justo para llegar a la vía en el momento adecuado. Es un aprendizaje brutal».

Además de los –exiguos– premios que gana en las compes (solo hay premio económico en el Campeonato del Mundo, nada en las pruebas de la Copa del Mundo), hay alguna marca que le ayuda con material, como Mushroompads, pero sobre todo Iván se siente agradecido y afortunado por poder dedicarse a lo que le gusta, rodeado de compañeros y amigos motivados.

Ahora, con los deberes hechos, toca por fin escaparse unos días a escalar a la roca, aunque a final de año le estará esperando el Campeonato de España de Paraescalada –del 3 al 5 de noviembre en Getafe, Madrid– que será puntuable también como tercera prueba de la Copa de España de Paraescalada, pero en eso ya se centrará a la vuelta de las merecidas vacaciones…