No hay prisa, no hay prisa...

Caminos del Priorat

En el remate de un muro a la entrada del pueblo de Porrera, cabalga, en grandes letras de chapa oxidada, la frase “Estimo aquesta terra com un amant fidel i ardent”. Los primeros versos de una canción del cantautor Luis Llach resumen con tino la relación que los prioratinos tienen con esta tierra “adusta, mirada oscura y labios plenos”.

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El pueblo de Porrera visto desde el camino que sube al Collet de la Sentiu.
El pueblo de Porrera visto desde el camino que sube al Collet de la Sentiu.

Por mucho que me han explicado la forma y los límites del Priorat, no termino de comprenderlo. Después de media docena de visitas sigo teniendo la impresión de que sus sierras y valles están dispuestos de forma anárquica, con una lógica que sólo los que viven aquí entienden.

Los viñedos que se repiten como clones por las laderas de las colinas; sus pueblos ovillados en el fondo de los valles y parecidos entre sí como gotas de agua; las carreteras que se retuercen para adaptarse a los barrancos… no me desprendo de la sensación de no saber nunca en qué punto de la comarca me encuentro. Lejos de desasosegarme, me reconforta descubrir que todavía hay lugares donde es posible desconectar de todo.

Entre sierras

El Priorat se acurruca entre la Mola de Colldejou y las sierras de Llavería, Santa Marina y Montsant. La cresta principal de esta última es la Serra Major, un largo acantilado de conglomerado rojo y gris que apunta al suroeste. En Cataluña y parte de Aragón a este tipo de formación la llaman cingle; en castellano, lamentablemente, no hay ninguna palabra para definir estos pintorescos paredones.

Si no se dispone de alas, subir a la Serra Major es una buena forma de intentar abarcar el paisaje “corrugado” del Priorat. Mirándola desde lejos, la muralla parece inaccesible. Sólo lo parece. Los pastores encontraron los puntos flacos para conducir el ganado a pastar a las tierras altas sin dar largos rodeos. Son los llamados graus.

Montsant posee casi una veintena de estos pasos, algunos aéreos y expuestos. Muchos de los graus son utilizados por senderos que parten de los pueblos al pie de Montsant y suben a la parte alta de la Serra Major. Cualquiera de ellos satisfará al más exigente de los excursionistas, tanto por su valor caminero como por el paisaje que se abre ante los ojos a medida que se gana altura.

Pero Meritxell Omella, la gerente de El Brogit, la empresa de senderismo interpretativo que actúa de anfitrión en este viaje, ha decidido añadir algo de adrenalina al programa y ha elegido para llegar a las alturas de la Serra Major no un camino, sino una vía ferrata instalada en su día por la Associació Excursionista de Catalunya de Reus, y reequipada en 2015 por el Parque Natural de Montsant.

«Lo que de verdad importa es el paisaje que se abre ante nuestros ojos»

David Vallès me espera en La Morera de Montsant para guiarme por el sendero vertical. Salimos del pueblo por el GR-171, el itinerario que recorre todo el Montsant y que vertebra la red caminera de este lugar.

Hace calor para la altura del año en que estamos y sudamos de lo lindo para llegar al pie de la vía. Un cartel nos advierte de que lo que estamos a punto de hacer corre bajo nuestra responsabilidad. Un tramo especialmente vertical para subir a la punta de una aguja y un puente tibetano de quince metros son sus principales atractivos deportivos.

Pero lo que de verdad importa es el paisaje que se abre ante nuestros ojos. Mientras damos cuenta del almuerzo sentados en la estrecha cima de la aguja, David me describe el territorio. A nuestros pies, el  gran valle recorrido por el río Siurana. Al este, la cola del pantano de Siurana y las Muntanyas de Prades. Frente a nosotros, la Serra del Molló. Al suroeste, ya lejos, el valle del Ebro con Els Ports apenas insinuándose en el horizonte.

El regreso a La Morera no es muy largo, pero tampoco corto. Cabalgamos un buen rato la loma de la Serra dejándonos guiar por los hitos que jalonan el sendero hasta encontrar un gran montón de piedras y una carrasca solitaria que señalan la bajada por el Grau de la Grallera. Se ha hecho algo tarde y aceleramos el paso. En breve, vemos aparecer las apiñadas casas de La Morera. El sol cae verticalmente y ni un soplo de viento mueve las hojas de las moreras que dan sombra a la casa del parque natural.

Escalera Divina

Desde la Serra Major he podido distinguir Escaladei, la primera cartuja que se fundó en la península Ibérica. Lo hicieron unos monjes venidos de la Provenza en el siglo XII. Escogieron el lugar donde un pastor había soñado con unos ángeles que subían al cielo por una escalera, de ahí su nombre, Escaladei, “Escalera de Dios”.

Durante siete siglos los monjes contribuyeron a poblar este territorio y difundieron el cultivo de la vid. El Prior tenía jurisdicción sobre todos los pueblos de la zona centro de la actual comarca. Tras su abandono en 1835, la rica cartuja fue víctima de saqueos y expolio. Sus ruinas se pueden visitar recorriendo el exterior de los tres claustros, la iglesia y el refectorio.

Visitar Escaladei es obligatorio, así que hacia ella nos dirigimos, pero antes paramos a comer algo y tomar una copa de vino del Priorat. Mientras comemos, un remolque descarga su carga de uva tinta. Estamos en plena vendimia y el trasiego de tractores cargados de cariñena y garnacha es constante. El olor a mosto llena el aire.

Conozco la cartuja por viajes anteriores, así que para no repetir mis afintriones han preparado una excursión por el Camí del Cartoixans, el camino de los cartujos, una importante ruta documentada ya en el siglo XVI que comunicaba la Cartuja con el camino real de Reus hacia Lleida.

Un folleto del Parque Natural de Montsant plantea tres posibles excursiones por este camino. Se pueden hacer por separado o unirse para componer una ruta circular de tres días con principio y final en Cabacés.

Un plan tentador pero imposible para lo que nos queda de tarde. Nos conformaremos con ganar altura hasta situarnos a los pies de la Serra Major para ver Escaladei y sus viñedos a vista de pájaro y bajar después hacia la Font Pregona, un manatial que ayer quitaba la sed a los cartujos y hoy abastece el pueblo de Escaladei.

Un poco más abajo, a la sombra de unos gigantescos plátanos que vaya usted a saber cuántos años tendrán, se arruina La Pietat, una especie de hotelito que fue retiro de los monjes o villa de vacaciones de la burguesía, depende de a quién se pregunte.

Venir y quedarse

Isabel Vilà era periodista en Barcelona. Ahora lleva Cal Porrerà, una casona solariega del siglo XIX reconvertida en casa de turismo rural y enoturismo. Isabel es un caso más de forastero que llega de visita, se enamora de esta tierra y termina quedándose. Cal Porrerà conserva su estructura original, las pinturas que adornan las paredes de algunas de sus estancias y la bodega original con arcos de palmera. Isabel me acompaña hasta ella y me cuenta que el fin de semana próximo tendrá allí lugar una cata de vinos del Priorat. ¿No habría manera de alargar mi estancia?

«En lugar de vértica geodésico, la mola tiene una torre de vigilancia construida durante las guerras»

La cultura del vino está tan arraigada en el Priorat como las raíces de sus vides a la licorella, la pizarra que aflora en casi toda la comarca y que da a sus vinos un característico toque mineral. Todo aquí gira alrededor del vino. Natural: fue el vino el que sacó al Priorat del ostracismo en el que se encontraba hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado.

Hoy hay más de un centenar de bodegas que elaboran vinos con denominación de origen Priorat. Sólo en el pueblo de Porrera se cuentan diecisiete. Son mayoritariamente bodegas de pequeño tamaño, de cooperativas o de explotaciones familiares, con sistemas productivos muy alejados de los que se gastan en otros lugares del país con tradición vitivinícola.

Visitar alguna de esta bodegas es imprescindible para saber más de este territorio y descubrir que una parte importante de la producción se exporta a Estados Unidos. ¿D.O. Priorat, D.O. Montsant? Me hago un lío. Cuando pido que me explique la diferencia entre ambas, Joan Sangenís, de la bodega Cal Pla, utiliza el símil del huevo frito: “La yema es Priorat y la clara Montsant”. No hay nada como las explicaciones sencillas.

Modestas pero impactantes

“Más que montañas, la Sierra de Llaberia y la Mola de Colldejou son fortalezas, castillos enfajados por riscos verticales, paredes de roca calcárea que la luz del atardecer tiñe de color miel”. Las palabras con las que turismo de Priorat presenta la Sierra de Llaberiat me abren el apetito. Voy a tener la oportunidad de conocerla de la mano de un guía excepcional: Ricard Baqués, exbombero forestal y técnico de campo del Consorci de la Serra de Llaberia, institución que se ocupa del mantenimiento de la red de senderos de este espacio natural junto con los ayuntamientos y consejos comarcales.

Escucho embobado las explicaciones que me da sobre el bosque mediterráneo que cubre la obaga (umbría) de la Mola de Colldejou por el que subimos. Resulta que Ricard es especialista en incendios forestales y que forma parte de una nueva corriente que considera al fuego controlado como un aliado contra los incendios de alta intensidad. Después de escucharle no volveré a ver los bosques con los mismos ojos.

«¡Cuánta historia tienen estas montañas!»

El día ha amanecido plomizo y hacemos apuestas sobre cuándo comenzará a llover. Unas gotas arrastradas por el viento nos reciben al salir a la inclinada planicie que va a dar a la cumbre de la Mola. En lugar de vértice geodésico, la Mola tiene una torre de vigilancia levantada durante las guerras carlistas. ¡Cuanta historia tienen estas montañas! La Mola de Colldejou es la gran montaña que comparten el Priorat y el Camp de Tarragona. Desde la costa su silueta es inconfundible.

Esta sierra –y su gemela la de Llaberia, que tenemos enfrente medio cubierta por las nubes que no se sueltan de sus crestas–son modestas en cuanto a altitud pero muy relevantes por su prominencia: ¡se levantan hasta casi los mil metros a apenas diez kilómetros de la costa! Las vistas desde aquí son espectaculares, incluso para un día nublado como el que tenemos hoy.

La combinación de mar y montaña es siempre muy fotogénica. Mientras estamos allí parados, Ricard describiéndome lo que se acierta a ver, y yo escuchando, empiezan a llegar más y más excursionistas. Se ve que esta montaña está entre las preferidas de los aficionados tarraconenses.

Ricard ha preparado un recorrido circular para llegar de nuevo al lugar donde hemos dejado el coche, así que después de un buen rato mirando el paisaje empezamos el descenso hacia el Coll del Guix por el camino del Portell de les Processons. Salvo las peladas cumbres calizas todo está cubierto por un tupido bosque mediterráneo, incluso las laderas más empinadas.

El collado es una encrucijada de caminos: de frente, el GR 7 escala la Sierra de Llaberia. Por la izquierda no tardaríamos mucho en avistar el pueblo de Colldejou, y por la derecha, la pista baja por el valle de Massanes hacia Falset, capital del Priorat. A este camino se le conocía como el del Notario porque lo usaban los fedatarios de Falset para ir a Colldejou a levantar actas y validar contratos.

Nosotros lo vamos a utilizar hoy para seguir con nuestra excursión. Poco después de dejar atrás una balsa contra incendios  abandonamos la pista para entrar en un estrecho sendero orlado de vegetación.

A trechos se ven restos de muros de piedra seca en los laterales. Ricard me cuenta que este camino estaba perdido y cómo, con ayuda de fotografías aéreas y de testimonios de los más viejos de La Torre de Fontaubella, lograron encontrarlo y restaurarlo: “A veces teníamos que pasar a gatas por debajo de la vegetación que cubría la traza casi perdida, y nos poníamos muy contentos cuando encontrábamos los muros derruidos: estábamos en el buen camino”.

Red de senderos

El Consell Comarcal del Priorat inició en 2006 un plan de recuperacion de caminos tradicionales que ha dado como resultado una nutrida y cuidada red de senderos. El logotipo que utiliza para identificarlos es muy ingenioso: el escobajo de un racimo de uvas simboliza la red.

La presencia de este dibujo garantiza el buen mantenimiento y señalización del camino, y su interés, ya sea paisajístico, cultural o histórico. En la web oficial de la comarca se tiene acceso a una detallada descripción de todos ellos.

«Hoy hay una vendimia solidaria -las actividades sociales ligadas al vino están a la orden del día en el Priorat- y, a pesar de lo temprano de la hora, porrera bulle de animación»

Como colofón del viaje me espera una excursión por uno de los itinerarios de la red incluidos en los  Caminos del Vino. Esta mañana –que a diferencia de la de ayer se ha levantado luminosa a tope– no hace falta que coja el coche para acercarme al inicio.

La excursión parte del mismo pueblo de Porrera. Josep Palet, otro “forastero” abducido por el Priorat, que trabaja como guía de enoturismo en una bodega de Gratallops, me espera en la Plaça de Catalunya. Erola, una amiga natural del cercano pueblo de Alforja que está de fin de semana se apunta a la excursión. Hoy hay una vendimia solidaria –las actividades sociales ligadas al vino están a la orden del día en el Priorat– y, a pesar de lo temprano de la hora, Porrera bulle de animación.

Nos tomamos un café en el bar de la plaza y echamos a andar hacia la Cooperativa buscando el viejo camino real a Falset. El sendero aún mantiene algunos tramos empedrados, aunque el agua y las motos de trial los han deteriorado de forma notable.

La senda sube sin timidez rodeada de viñedos. En algunos las hojas empiezan a amarillear advirtiendo de la proximidad del otoño; en otros aún cuelgan los racimos de uva garnacha y cariñena. Josep intenta enseñarnos a distinguirlas por la hoja: mientras que los lóbulos de la de garnacha están muy juntos, la cariñena tiene senos muy pronunciados.

También nos ilustra sobre las circunstancias particulares del cultivo de la viña en este tortuoso territorio. En el Priorat la viña se distribuye entre los 100 a los 750 metros sobre el nivel del mar. La inmensa mayoría del viñedo ocupa pendientes que superan el 15 por ciento llegando al 60 por ciento en algunas fincas.

En muchas de ellas es imposible acceder con tractores por lo que se trabaja siguiendo las formas más tradicionales de cultivo y recolección. Por el tipo de tierra y el clima se obtienen unos rendimientos de uva bastante bajos, que no superan el kilogramo por planta como media. A cambio, los vinos tienen una identidad muy singular que los han hecho famosos en medio mundo.

Sin prisa

Aparte de una pizca de viticultura, la excursión por el Camí del vi nos da la oportunidad de aprender algo más del abrupto relieve del Priorat. El día acompaña y las vistas desde la Serra Alta son majestuosas: el caserío de Porrera aparece como una mancha de luz en el fondo del valle y arriba, al fondo, cortando el cielo se extiende, cuan larga es, la Sierra del Montsant.

El reloj nos saca del ensoñamiento. Se hace tarde y comenzamos el descenso por un antiguo camino de herradura flanqueado por muretes de piedra seca. Las abundantes lluvias del final del verano han hecho prosperar todo tipo de hierbas alrededor del camino y algunas zarzas tienden sus ramas a través. Demasiado tarde, mi amiga se da cuenta de que no ha sido buena idea venir en pantalón corto.

Entramos en Porrera al tiempo que regresan los vendimiadores solidarios. En un patio abierto hay una mesa corrida cubierta de embutidos, queso, unas paellas y, naturalmente, porrones de vino. De buena gana me quedaría a compartir la mesa –aunque no estuviera invitado– y pasar la sobremesa escuchando más historias de este Shangri-La mediterráneo, pero Renfe tiene a gala ser puntual con sus trenes de alta velocidad y las carreteras del Priorat no están precisamente hechas para correr, sino para conducir sin prisas, como todo en el Priorat.

Información turística

Información senderista

En la web de turismo del Priorat, en la pestaña “Qué hacer” se describen todos los caminos que constituyen la red de caminos, así como rutas para BTT, actividades de aventura, rutas turísticas, etcétera

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